
Letras de humo transformadas en halagos,
Las canciones estrechas entre versos deleitables,
Besos de granos, caricias de alcohol.

"Que silencio"
A la tristeza te acostumbras,
Por su culpa, por su ausencia,
Pero ahora es pasado,
A tu memoria te acoges
Y que llene tu rutina alguien más,
Tal vez algo, que más da.
Te regreso tu voz,
Canta para mi dulce sirena,
Regálame tus letras,
Tu piel y tu lengua,
Embriágame, con susurros,
Con coqueteos.
Que sean tus venas mi camino a recorrer,
Y tus ojos lo último que habré de ver.
El pseudo príncipe de las miserias jugó a conquistar nuevos mundos, el iluso se creía rey de reyes, emperador de historias, césar de creaciones. Amante del oro y los diamantes, cazador de tesoros y domador de preseas.
Una tarde, mientras paseaba por los jardines infinitos de margaritas azules de su reino, se encontró con un animal desconocido para él. Verde y grande, de ojos saltones y piel arrugada. Hablada croac croac en vez de palabras. El príncipe no le entendía y le ordenaba se diera a entender. El extraño ser continuaba con su cántico croático. Su real majestad, molesto ante la descarada desobediencia del animal, ordenó se le atrapara y llevara a los calabozos del palacio real.
Desde su lujosa habitación, su realeza seguía escuchando el ruidoso cantar del animal, sabía que lo hacía únicamente para molestarlo.
Al siguiente día, mandó matar a la bestia y buscar en su panza el instrumento musical con el que hacía el ruidoso sonido que tanto provocó al príncipe.
Los guardias, obedientes como siempre, decapitaron al animal y le abrieron la panza, en su interior apareció lo que parecía un flautín. Su majestad tomó el instrumento y lo tocó. El horroroso ruido sonó. Los orificios del artefacto estaban tapados, por ello que no sonaran armoniosos como se esperaba.
Se dedicaron los días venideros a limpiar cautelosamente el instrumento, hasta dejarlo limpio. Ya sin manchas ni sangre, se percataron que estaba hecho de latón. Decepcionado, el príncipe, tiró el flautín al arroyo. En ese momento, perdió la voz.
"Hogar, triste hogar"
(Home, street home)
Bajo el mismo cielo
Techo de todos, poco de nada, un todo de estrellas y nubes,
Baja mirada que no sobresale, desde el estrecho espacio,
Entre tierra y azul claro,
Acá en mi morada te observo, sea el firmamento el espejo donde te veo,
Con las ráfagas de viento, mensajeras perfectas, te mando un beso.
Oscurece el firmamento tras jornada larga, cansado se duerme,
Guardianes de noche, mi camino a iluminar,
Recordadme de aquellas veces y aquellos besos, los robados por la luna,
Los traídos con la lluvia, enviados todos desde arriba,
Méceme bella donna, arrulla mis sueños, protege el descanso.
Llovizna de ilusiones, deseos prohibidos, se congelan en los corazones,
Nadie habla, nadie escucha, solo mirar me queda,
El viaje recorrido largo y agotador,
Los brazos que se unen en la distancia, el vacío intermedio,
Se rompe el silencio, júbilo en los labios, la cama compartida, ahora bendita.